Londres (Inglaterra) es una de las grandes urbes turísticas del planeta. Su popularidad hace que cada año visiten la ciudad del río Támesis millones de personas, que buscan disfrutar de todas las posibilidades turísticas que ofrece la capital de Reino Unido en pocos días.
Por su extensión e historia Londres ofrece infinitas posibilidades a sus visitantes, siendo prácticamente imposible conocer todo el potencial de la ciudad en un solo viaje.
La mayoría de turistas van en busca de una foto del Big Ben y el Parlamento británico, de la típica cabina telefónica roja, de la Abadía de Westminster, de la catedral de Saint Paul, de las bulliciosas Picadilly Circus y Oxfort Street, del Palacio de Buckingham de los “Royal”, de la Torre de Londres, de la reivindicativa Trafalgar Square o de alguno de sus inconmensurables museos, como la National Gallery, el British Museum o el Museo de Historia Natural (nuestro favorito).
Pero estos puntos de interés, aunque son seña de identidad de la ciudad, ya son parte de los ajetreados circuitos turísticos que, además de masificados, poco o nada dejan ver del Londres más cotidiano o real. Ese Londres más moderno, alternativo y multicultural. En el que no se venden souvenirs (¡no hay imanes de nevera!), el “fish and chisps” o el “pie” no son los platos estrella, no existen aglomeraciones de gente a todas horas, la creatividad está presente en cada rincón y la moda no es estar a la moda.
Para conocer este otro Londres más auténtico hay que alejarse del centro y adentrarse en los barrios limítrofes. En calles en las que hasta no hace mucho tiempo solo habitaban inmigrantes de países muy lejanos, pero a las que poco a poco han ido llegando para quedarse también los ingleses, y otros residentes europeos, que buscan salir de un centro de precios excesivos y más políticamente correcto.
Un buen ejemplo de este nuevo Londres lo encontramos en Brick Lane, una multicultural calle del barrio de East End. No muy lejos de la Torre de Londres.
El nombre de Brick Lane viene de que en esta zona de la ciudad se concentraba la fabricación de ladrillos y tejas durante el siglo XV.
A partir del XVII se convirtió en lugar de acogida de un gran número de inmigrantes, que llegaban a la ciudad en busca de un mejor porvenir. Irlandeses, judíos y franceses fueron los primeros, pero los bangladesíes u oriundos de Bangladesh se constituyeron en el grupo más numeroso de inmigrantes a partir del siglo XX, hasta el punto de que las placas de señalización de la calle se encuentran en inglés y bengalí.
En los últimos tiempos Brick Lane, y el barrio en general, con la llegada de nuevos habitantes ingleses (entre otros) ha sufrido un interesante proceso de mezcla cultural que otorga al lugar una animada vida, más intensa y alternativa. Convirtiéndose en otro punto de visita obligada en Londres si se quiere conocer la otra cara de la ciudad.
A lo largo de su algo más de un kilómetro de distancia, y serpenteando por sus vías perpendiculares, es posible encontrar una infinidad de establecimientos de comida multiétnica, mezquitas, mercados vintage, galerías de arte y diseño alternativo, infinidad de expresiones de arte urbano y un vecindario multicultural. Ejemplo de esta mezcla cultural es el hecho de poder ver en la misma calle a modernos hipsters vestidos a su manera en busca de nuevas compras, a musulmanas cubiertas con el Niqab que pasean con sus hijos o a descendientes de asiáticos pintando graffitis en alguna pared.
La calle se llena de vida especialmente los domingos, día en el que tiene lugar el Brick Lane Market. Un extenso y ajetreado mercado callejero que congrega a gentes de otros barrios y numerosos turistas. Convirtiendo al mercado de Brick Lane en uno de los más recomendables de Londres, junto a los de Camden Town o Portobello.
Pero nosotros optamos por visitar la “calle del ladrillo” fuera del día de mercado, en busca de más tranquilidad y cotidianidad. Algo que nos permitió extraer algunas recomendaciones sobre qué ver y hacer en la zona, que a continuación exponemos.
Lo primero que recomendamos, a nivel general y antes de detallar cosas concretas, es recorrer la calle y sus alrededores para simplemente observar su actividad cotidiana.
Una toma de contacto inicial en la que no es necesario adentrarse en ninguno de sus edificios o locales, simplemente hay que observar levantando la mirada para no perder ningún detalle.
Este primer recorrido permitirá constatar la mezcla cultural del lugar y descubrir detalles curiosos, como la señalización de las calles, los murales de los edificios o los brócolis de colores (sí, has leído bien) que lucen las paredes del barrio. Así como tomar las primeras referencias sobre los puntos que merecen una visita más en profundidad.
Hay que indicar que lo hoy se puede ver, en esta calle y sus alrededores, a nivel de arte callejero, muy posiblemente será distinto en un futuro muy próximo. Es algo asociado intrínsecamente a esta expresión artística urbana, que es efímera y rápidamente cambiante.
Lo bueno de este rápido cambio es que cada vez que se visite la calle seguro que hay algo novedoso o que ha cambiado con respecto a la última visita.
Si se visita la calle desde su acceso sur (Whitechapel Rd.) este punto será el primero que llame la atención por su llamativa columna exterior plateada, que se puede ver desde la distancia.
Se trata de la gran mezquita de Brick Lane, ubicada en un antiguo edificio de ladrillo tradicional del periodo industrial (en el número 59), y esa columna plateada decorada con motivos árabes es su minarete principal.
Lo curioso del lugar es que en el pasado fue utilizado por cristianos y judíos como lugar de oración. Así que sus muros han acogido a tres de las religiones principales.
Para más info se puede echar un vistazo a su web “aquí”.
Visita imprescindible para nostálgicos y aquellos que buscan rarezas para su vestuario, casa o colección personal.
Se encuentra en los bajos del número 85 Brick Lane y aglutina un buen número de tiendas que, en su mayoría, exponen para la venta ropa antigua y accesorios de segunda mano. Si bien también hay espacio para jóvenes diseñadores que también exponen para la venta sus creaciones.
Es tan llamativo lo expuesto como algunos de sus visitantes de compras, que parecen afanarse en vestir de la forma más llamativa posible (y difícil de entender en ocasiones).
De todo lo que allí se puede comprar lo que más nos gustó fue un puesto de discos de segunda mano. Tenía auténticas reliquias, y alguna que otra rareza, de varias décadas atrás a precios mayoritariamente asequibles.
Este mercado abre todos los días hasta las 6 de la tarde.
Para más información sobre el Vintage Market se puede consultar su web “aquí”.
Este lugar está lejos de ser lo que fue en su tiempo, allá por el siglo XIX, una de las mayores fábricas de cerveza del mundo.
De ese pasado ahora queda su antigua chimenea industrial de ladrillo, con el nombre de la marca, y varios edificios reconvertidos en un moderno espacio de eventos y arte contemporáneo, que también acoge tiendas “fashion”, puestos de comida callejera internacional, cafés, bares, restaurantes y varios clubs de buena fiesta.
El lugar se sitúa en el número 150 de Brick Lane y muestra una incesante actividad, ya que promueve numerosos eventos de todo tipo (conciertos, exposiciones de arte y diseño, desfiles de moda,…) a lo largo del año y, por otro lado, sus locales de ocio atraen a numerosos visitantes en busca de diversión.
Una de esas actividades, que nos llamó la atención al verla anunciada, son las “Vegan Nights”. Parece tratarse de un curioso concepto de fiesta en el que se mezcla sesiones de música Dj con puestos de comida vegana. Todo ello bajo el lema “Save an animal – eat at Vegan Nights” (salva un animal – como en las noches veganas).
Para más información sobre The Old Truman Brewery y sus actividades se puede consultar su web “aquí”.
Este lugar fue una de las grandes sorpresas que encontramos durante nuestra visita. Se trata de un concepto de espacio social al aire libre que acoge huerto urbano mezclado con lugar de conciertos y espacio para comer o tomar algo.
Se gestiona de forma autónoma y alternativa, buscando como objetivo dinamizar el barrio y favorecer la interacción entre sus vecinos en un espacio que busca romper con la “aridez” y la “frialdad” que, en ocasiones, caracteriza a las grandes ciudades.
El lugar es muy singular y su decoración es un concepto puro de reciclaje de materiales diversos que han pasado a dar vida a cocodrilos decorativos o elementos de descanso singulares.
Este espacio poderosamente underground no se encuentra en la propia Brick Lane, hay que desviarse hacia Fleet Street Hill y pasar por el túnel que cruza las vías del tren (sin miedo, es seguro) para encontrarlo.
Para más información se puede consultar su web “aquí”.
Si se visita Nomadic Community Gardens, una vez ahí, bien merece la pena detenerse a contemplar los murales y graffitis pintados a lo largo de las vías del tren. Son auténticas obras de arte urbano a gran escala que, si se tiene suerte, es posible ver como son actualizadas en directo por sus creadores.
Hay pintadas prácticamente por todos los rincones de Brick Lane y sus calles limítrofes, pero posiblemente las de las vías del tren son las más trabajadas.
Finalizamos el recorrido artístico por los alrededores de Brick Lane en esta calle, una de sus perpendiculares.
En ella también hay buenas expresiones de arte urbano, pintado con detalles a golpe de spray sobre las viejas paredes de ladrillo rojo castigado por el paso del tiempo y el humo de los coches.
Merece la pena parar frente a la obra llamada “Leaving is The Easy Way Out” de una artista de Nueva York autodenominada BKFOXX. Se caracteriza por obras fotorrealistas y el chico de la gorra que protagoniza el mural es un claro ejemplo. Para los que quieran saber más sobre esta artista callejera, más info “aquí” (merece la pena echarle un vistazo).
El espectáculo se completa alzando la mirada sobre la gorra del chaval para alcanzar con la vista el mural del edificio posterior, en el que un ave gigante (parece una garza) posa junto a un gigante bailarín de street dance.
Es la decoración perfecta del que parece ser un bar-restaurante al aire libre a la altura de los números 42-46 de Hanbury St. Cuando visitamos la zona estaba cerrado, pero pinta como un buen sitio para tomar algo al aire libre cuando el clima británico sea propicio.
Si se visita esta colorida y multiétnica vía londinense hay que parar obligatoriamente a comer, o por lo menos ver, los tradicionales Bagels o Beigels.
Se trata de un tradicional bocadillo, heredado del paso de los judíos por el barrio, con pan esponjoso relleno de carne de ternera en salazón. Para los que no les guste la carne, también los hay de salmón o atún y vegetarianos.
Este singular concepto de comida rápida es muy popular y, por las poco más de 4 Libras que cuesta, no es raro encontrar largas colas de gente para hacerse con uno.
Hay dos locales en la misma acera en los que hacerse con una Bagel:
Hay cierta competencia entre ambos, pero el más popular es el del número 159 de la calle.
Además del bagel, por la gran influencia asiática del lugar, Brick Lane también es un gran lugar para degustar comida oriental. Existiendo la posibilidad de encontrar buenos locales con comida para llevar como para sentarse, y disfrutar de platos más elaborados con mayor tranquilidad.
Por último, como mencionamos anteriormente, otra buena opción es adentrarse en Old Truman Brewery y probar en alguno de sus establecimientos de restauración.
La mejor opción para llegar es el Metro. La estación de Aldgate East es la más cercana y, como está muy próxima al centro, se llega rápido y no es necesario cambiar de zona.
Al encontrarse al Este de la ciudad histórica, lo más próximo son la Torre de Londres y el Tower Bridge.
Así que se puede aprovechar la visita a estos famosos testigos del Londres histórico para acercarse luego a Brick Lane, pasando por la City de Londres y sus modernos rascacielos que están a medio camino.
De esta forma se puede pasar en poco tiempo del Londres más turístico al Londres más alternativo. Vosotros, ¿con cuál os quedáis? 😉
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