Tras contratar un conductor en El Cairo para viajar al sur de la capital egipcia y conocer el origen de las pirámides de Egipto, realizamos una ruta de poco más de cuatro horas por la necrópolis de Saqqara, y su Pirámide Escalonada, y la necrópolis de Dahshur.
La Necrópolis de Dahshur se localiza en una zona desértica a unos 40 kilómetros al sur de El Cairo y está muy próxima a Saqqara, por lo que se pueden visitar ambos lugares perfectamente durante una excursión de unas horas.
Dahshur alberga una necrópolis real, declarada patrimonio de la humanidad junto a las necrópolis de Saqqara y Guiza, que alberga algunas de las pirámides más antiguas y de mayores dimensiones de Egipto.
Dos de estas antiguas pirámides de Dahshur, la Pirámide Acodada (Bent Pyramid) y la Pirámide Roja (Red Pyramid), aun se mantienen en pie y nosotros pudimos visitarlas con total tranquilidad en pleno mes de julio.
Ya desde la distancia pudimos ver con perfecta claridad la singularidad de esta pirámide, que se cree que es el paso intermedio entre las pirámides escalonadas y las pirámides de caras lisas.
El tamaño de la construcción nos permitió, a media que nos acercábamos con el coche, constatar que se trataba de una pirámide “fallida”.
Decimos fallida porque sus caras no mantienen el mismo ángulo de inclinación en toda su superficie, observándose dos superficies claramente diferenciadas.
La pirámide la ordenó construir el Faraón Seneferu y al parecer se produjo un fallo en los cálculos a la hora de construirla, obligando a modificar los ángulos de inclinación de sus caras para reducir su altura y evitar su colapso. El resultado final fue una pirámide de unos 105 metros de altura con caras que dan un aspecto romboidal a la pirámide, siendo por ello también conocida como la Pirámide Romboidal.
La otra particularidad de esta pirámide, que no se puede ver con tanto detalle en Guiza, es que gran parte de su superficie aun mantiene su recubrimiento alisado, lo que la convierte en la pirámide que mejor lo conserva de todas las que aún se mantienen en pie en Egipto.
Recorriendo la base de la pirámide acodada, de unos 190 metros de lado, se pueden apreciar con claridad estos detalles constructivos y también los efectos que el paso del tiempo ha causado en su estructura.
Desde la pirámide acodada cogimos el coche para ir hasta la que dicen es la primera pirámide de caras triangulares del mundo, la Pirámide Roja. Esta pirámide es la tercera más grande de Egipto y según nos aproximábamos a ella pudimos constatar sus extraordinarias dimensiones.
También fue el Faraón Seneferu (cuarta dinastía) el que ordenó su construcción, pero en esta ocasión la obra fue exitosa y permitió conseguir la primera pirámide de caras triangulares y lisas. Aunque el recubrimiento de roca caliza que se utilizó para alisar las paredes ya no se conserva, lo que ha resultado en que del tono blanquecino inicial de sus caras pasara al rojizo que ha dado lugar a su nombre popular.
En esta pirámide de casi 105 metros de altura y una base de unos 220 metros de lado pudimos acceder a su interior. Para ello tuvimos que subir por una de sus caras, a través de un paso acondicionado, hasta alcanzar la entrada.
Sentado junto a la entrada se encontraba un egipcio de mediana edad, vestido con una toga de un blanco inmaculado y un pañuelo en la cabeza (Hatta) del mismo color, que se encargaba de acompañar a los visitantes hasta el interior de la pirámide.
El hombre parecía estar castigado por los años y por las innumerables visitas que ya llevaba a sus espaldas, por lo que durante la interminable y estrecha rampa de acceso a la pirámide no paró de toser ni un segundo.
La rampa de acceso descendía durante más de 20 metros hacia la base de la pirámide, para llegar a un cámara que daba acceso a cámaras sucesivas a través de pequeños pasadizos y andamios de madera colocados para facilitar la movilidad de los visitantes por el interior.
El calor, la humedad y el olor a amoniaco en el interior eran muy intensos, invitando a no querer estar mucho tiempo admirando la amplitud y los altos techos de algunas de las salas. Seguramente el ambiente tan desfavorable del interior de la pirámide tenía también mucho que ver en la continua tos del guía y por eso tras unos 15 minutos emprendimos el camino de vuelta hacia la salida por la rampa de acceso.
En la salida le dimos al guía una pequeña propina y la mitad de una botella de agua, que agradeció casi más que el dinero, nos despedimos de él y le dejamos descansar en la entrada de la pirámide hasta la llegada de nuevos visitantes.
¡Cuánto calor haría en el interior de la pirámide que cuando salimos de ella nos parecía que hacía fresco en el desierto!. Por eso la visita es solo aconsejable si no se tienen problemas de tensión ni con los espacios reducidos.
Abandonamos Dahshur y sus pirámides para regresar con nuestro conductor y su viejo Peugeot sin aire acondicionado a El Cairo.
El trayecto nos llevó, al igual que la ida, cerca de tres cuartos de hora por carreteras que cruzaban localidades próximas a El Cairo y bordeaban afluentes y canales que desembocaban en el Nilo.
Al llegar a los suburbios de El Cairo nos topamos nuevamente con el caótico tráfico que caracteriza a la capital egipcia hasta llegar a nuestro hotel, en las proximidades de Guiza. Allí nos despedimos de nuestro conductor tras pagarle los cerca de 15€ al cambio que acordamos con él por el viaje y, agradeciéndole su labor, nos hicimos con su número de teléfono por si le necesitábamos nuevamente durante nuestra estancia en El Cairo.
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