Todo gran viaje que se precie por varios países tiene su momento de incertidumbre a la hora de cruzar los pasos fronterizos. Cuando se viaja por libre, por mucho que se planifique el momento, nunca se sabe lo que te vas a encontrar y qué puede ocurrir en el momento de presentar el pasaporte para dejar atrás una bandera para pasar a los dominios de otra.
Unos cuantos pasos fronterizos llevamos a nuestras espaldas y podemos decir que, en parte, estamos ya curtidos.
Nos vienen a la cabeza situaciones como la que vivimos para cruzar de Grecia a Macedonia, en donde padecimos un férreo control anti-inmigración, o para cruzar de México a Guatemala, en donde una huelga nos dejó bloqueados en la frontera durante más de 4 horas.
Así que con el tiempo hemos aprendido que la paciencia y la tranquilidad son dos de los tres elementos clave para alcanzar con éxito el objetivo de cambiar de un país a otro, especialmente cuando se cruza a pie por tierra.
El tercer elemento clave, aunque no siempre es necesario en todos los países, es tener dinero en metálico para pagar las tasas pertinentes pasa sellar el pasaporte.
Con este mantra bien interiorizado nos propusimos cruzar a pie de Israel a Jordania, y viceversa, durante nuestro Gran Viaje por Oriente Próximo para visitar lugares tan interesantes como Jerusalén y Petra,entre otros.
La información que recopilamos durante la organización del viaje no invitaba mucho al optimismo. Ya que en muchos foros y blogs de viajes la experiencia se describía como algo casi traumático.
La situación geopolítica de la zona es bien conocida y algo de suspicacia rondaba nuestras cabezas mientras decidíamos cual era el mejor punto para cruzar.
Hay dos pasos fronterizos principales a través de los cuales poder pasar de Jordania a Israel, o viceversa:
– Paso fronterizo de Allenby Bridge: El también conocido como King Hussein Bridge, salva las aguas del río Jordán para conectar Jordania con Cisjordania, dando paso directo hacia las principales ciudades Palestinas. Es el paso más próximo a Tel Aviv, Amman y Jerusalén, pero también por su ubicación el tránsito es más tedioso y complicado. Particularmente por el tema de los visados, el número de personas que lo transitan y los férreos controles que ejercen las fuerzas israelíes y jordanas en el lugar.
– Paso fronterizo Wadi Araba: Es el punto de paso desde el lado jordano que se encuentra más al sur, junto al Mar Rojo. En el lado israelí es conocido como el paso fronterizo de Yitzhak Rabin y comunica a dos de las localidades más turísticas del Mar Rojo; Eilat (Israel) y Aqaba (Jordania). Este paso es el más cercano a Petra y el desierto jordano de Wadi Rum.
Viendo la dificultad para cruzar por el paso de Allenby Bridge, nosotros nos decantamos por utilizar el punto fronterizo de Yitzhak Rabin – Wadi Araba para movernos entre Israel y Jordania. Toda una experiencia viajera que merece ser contada.
El primer contacto que tuvimos con la frontera fue desde Eilat, en el lado hebreo, y bajo el rigor del calor abrasador que azota esta parte de Oriente Próximo en el mes de agosto.
El paso de Yitzhak Rabin está a pocos kilómetros del centro de Eilat y lo recomendable es ir en taxi. Un trayecto de menos de 10 minutos, si no hay tráfico, que sale por menos de 40 Sequels israelíes (ILS).
Pero antes de emprender ese corto trayecto hacia el país vecino nos encargamos primeramente de asegurar tener dinero en metálico, uno de los tres elementos clave necesarios para cruzar una frontera. Además de comprar agua para luchar contra la deshidratación provocada por los más de 40ºC a la sombra a los que estábamos.
Disponíamos de suficiente moneda israelí, pero nada de la jordana. Así que nos recorrimos unas cuantas oficinas de cambio para cambiar unos euros. Tarea que no fue nada fácil ya que, de cinco lugares en los que lo intentamos, solo en una oficina de todo el centro de Eilat encontramos dinares jordanos y encima a un cambio malísimo. Era lo que había, así que aceptamos la transacción.
Llegados al control fronterizo israelí no nos encontramos demasiada gente. Tres familias árabes y un viaje organizado con 10 personas que también se dirigía a Petra. Así que entendimos que el proceso de cruzar no supondría mucho tiempo. Si bien llevábamos la suficiente dosis de paciencia y tranquilidad para asumir lo que tocara.
La realidad es que, con la fama de la zona, esperábamos un ejército de soldados armados hasta los dientes en el control. Pero la realidad no fue tan exagerada como nuestra mente preconcebía.
También nos sorprendió encontrar un puesto de cambio de moneda justo antes de entrar al control de pasaporte. Perfecto para los no tan previsores como nosotros. El ratio era igual que el que encontramos en la ciudad, así que no tuvimos que lamentarnos de haber cambiado antes.
Como paso previo a abandonar Israel tuvimos que pasar por caja. Es obligatorio el pago de una tasa de 101 ILS por persona, unos 25 euros al cambio, con la que entregan un boleto codificado que hace las veces de salvoconducto para poder salir, una vez es sellado por el personal fronterizo. El importe económico solicitado no es nada desdeñable y por eso insistimos en la importancia de tener suficiente «cash» antes de emprender el trámite.
Pero antes de conseguir el sello, mientras nos revisaban el pasaporte, tuvimos que responder a unas cuantas preguntas…¿Dónde vas? ¿Cuándo llegaste a Israel? ¿Tienes familia en Israel?…
La funcionaria que nos atendió se tomó su tiempo preguntando y revisando el pasaporte. Posiblemente porque estaba lleno de sellos del montón de países a los que hemos tenido la suerte de poder viajar, entre ellos varios musulmanes y algún vecino de antiguos conflictos (Egipto, Túnez, Marruecos,…). Pero al final todo fue correctamente y nos sellaron el boleto para poder continuar nuestro camino.
Nos resultó curioso que el pasaporte nos lo devolvieron sin ningún tipo de marca de tampón. Habíamos leído en algún foro que ésto solo ocurre si lo solicitas expresamente, pero la realidad es que nosotros no lo solicitamos y aun así nos lo devolvieron sin marcas.
No hubo espacio para una sonrisa, una broma simpática o un vuelvan pronto. Todo fue serio y muy formal. Así que, tras 25 minutos de trámite, nos encaminamos hacia el “check point” jordano. Eso sí, el camino hasta Jordania obliga a cruzar primero por el Duty Free de Yitzhak Rabin antes de alcanzar el suelo del país vecino.
Unos escasos 50 metros separan una frontera de la otra y del lado jordano constatamos que había más personal masculino y uniformado, además de también más sonrisas en el ambiente.
Primero nos hicieron pasar las mochilas por un escáner y seguidamente nos volvimos a enfrentar a una nueva tanda de preguntas…¿Dónde vais? ¿Cuántos días estaréis en Jordania?….
Tras superar el segundo interrogatorio del día nos enviaron a por el visado y luego a sellar el pasaporte con el caucho de entrada al país.
Al final, tras 20 minutos y enseñar el pasaporte 5 veces, ya estábamos legalmente en Jordania y podíamos emprender nuestro viaje hacia Wadi Rum y Petra.
Bienvenidos nos dijo el último policía fronterizo, a la vez que nos pedía su compañero abrir las mochilas para un último registro antes de abandonar el control hacia el aparcamiento anexo. En él una decena de taxistas esperaban a ver si caía algún cliente.
Por cierto, del lado jordano también había un lugar de cambio de moneda. El cambio tampoco era bueno, pero si mejor que el del lado israelí (y además nos regalaron caramelos).
El paso fronterizo de Wadi Araba está a unos kilómetros de Aqaba y el taxi, también aquí, es la mejor forma de llegar al centro de la ciudad, al desierto de Wadi Rum o Petra.
Hay un cartel con las tarifas oficiales de taxis en el parking. Pero la realidad es que los taxistas no lo respetaron en nuestro caso y, por más que les indicamos el precio estipulado apuntando al panel, nos solicitaban más de lo establecido para la carrera.
Nos subimos al primer taxi disponible y, al no aceptar inicialmente la tarifa no oficial, la negociación sobre el precio a pagar se puso interesante.
El conducto, al ver que no cedíamos e insistíamos en mostrar la tarifas gubernamentales a las que oportunamente habíamos hecho una foto antes de subir al coche, nos llevó hacia una zona del aparcamiento en donde se encontraba la garita del parking.
Allí se resguardaba el que parecía ser el jefe del gremio en la zona, que se acercó al coche, introdujo la cabeza por la ventana del conducto mientras masticaba una especie de sandwich con pan de pita y nos explico la situación de una forma muy directa.
El mandamás básicamente, al no estar conforme con el cambio de tarifa, nos «invitó» a esperar a el autobús. Un bus público cuyo horario nos obligaba a estar horas bajo el sol abrasador jordano y a retrasar nuestra planificación. Así que, una vez más, aceptamos con paciencia y tranquilidad lo que había y nos fuimos en taxi hasta el famoso desierto de Wadi Rum.
No sabemos si todo se debió a una simple confusión por la barrera del idioma, pero el caso es que al final tuvimos que pagar ligeramente más de lo indicado en los carteles oficiales.
Eso sí, pedimos al taxista que el aire acondicionado nos lo pusiera a nuestro gusto. Para compensar ¿No?
Tras unos días en Jordania emprendimos la vuelta a Israel, camino de la divina Jerusalén, utilizando nuevamente el paso fronterizo de Wadi Araba.
Llegamos en taxi desde Wadi Musa, la puerta de entrada a Petra, pensando que el trámite sería similar al experimentado al entrar en el territorio de los antiguos nabateos. Pero las cosas cambiaron y se pusieron más serias.
Si bien las relaciones entre Israel y Jordania son respetuosas y de fronteras «abiertas», la situación de la zona no invita a descuidarse y los controles se extreman. Sobre todo cuando el tránsito es en dirección a Tierra Santa.
En la salida del paso jordano ya no había tantas sonrisas como las hubo a la entrada, tampoco había una oficina en la que cambiar el remanente de moneda, pero sí que había que pagar una nueva tasa de 10 Dinares para abandonar el país. Unos 13 € al cambio.
Revisado el pasaporte, y sellada la salida, abandonamos el territorio jordano para dirigirnos hacia el check point vecino.
Los escasos metros de asfalto que separan una frontera de la otra fueron suficientes para que aflorara cierto nerviosismo pensando en lo que nos podríamos encontrar del otro lado. Aunque el sol abrasador no invitaba a detenerse a pensar demasiado.
El ver a más personas armadas, aunque no tan uniformadas como en Jordania, ya nos puso en alerta. Agentes armados regulaban y controlaban el paso desde una zona vallada hacia una sala con aire acondicionado, que se agradecía enormemente, y un nuevo escáner. Tras la máquina de rayos registraron concienzudamente una de las dos mochilas que llevábamos, entendiendo que se debió a una mera rutina.
Llamativamente del lado israelí el número de mujeres policía superaba al de los hombres, aunque estos iban bastante más armados. Algo muy diferente al lado jordano, en el que los hombres eran mayoría indiscutible.
Las agentes israelíes insistían en hacer preguntas para tantearnos y, mayormente, analizar nuestra reacción a las mismas.
¿En qué trabajas? ¿Tienes familia en Israel? ¿Qué hacéis en Israel? ¿Dónde vais?…La misma rutina de unos días antes, pero esta vez más intensa.
Todo fue bien. Contestamos con la tranquilidad que da el no tener nada que ocultar, aunque el trámite pone nervioso a cualquiera, y nuevamente nos devolvieron el pasaporte sin sellar.
Eso sí, nos entregaron otro boleto de estancia turística que guardar hasta abandonar el país.
Del lado israelí si pudimos cambiar los dinares jordanos que nos sobraron, que utilizamos para pagar un taxi hasta el centro de Eilat.
El taxi hay que pedirlo, ya que no siempre hay disponibles esperando junto a la frontera. Posiblemente porque no hay un tránsito significativo de personas y no sale rentable estar allí parado bajo un sol abrasador.
Preguntamos a un funcionario que encontramos en el parking por un taxi y él, muy amablemente, llamó a la compañía local para que fuera a recogernos. 35 ILS nos costó el trayecto de vuelta a la turística ciudad costera de Eilat.
Podemos concluir tras la aventura de cruzar de Israel a Jordania que la experiencia no fue tan complicada como esperábamos. Aunque si emocionante.
Dicho lo cual, y leído lo complicado y sufrido que ha sido para muchos viajeros cruzar por el paso fronterizo de Allenby Bridge, recomendamos utilizar el paso de Yitzhak Rabin – Wadi Araba.
Eso sí, no olvidéis llevar en la mochila un poco de paciencia, mucha tranquilidad y algo de dinero en metálico ¿Eh?
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