La belleza de Marrakech (Marruecos), sus conjuntos arquitectónicos patrimonio de la humanidad o sus plazas llenas de vida, justificarían hablar de ella una y otra vez en el cuaderno de notas de cualquier viajero.
La cercanía con el sur de Europa hace de ella un destino especialmente atractivo por cuanto supone poder experimentar un fuerte contraste cultural a tan solo un par de horas de vuelo desde la península.
Sin embargo, no es el ajetreo del Zoco o las murallas de la medina lo que ésta vez nos trae aquí.
Marrakech se encuentra situada a los pies del Atlas, principal sistema montañoso del norte de África, con cotas por encima de los 4.000 metros, y ello la convierte en el punto de partida de numerosas rutas de trekking. Una de ellas, probablemente la más conocida y transitada, es la que lleva al Jebel Toubkal (4.167 m), techo del Magreb.
El Alto Atlas en Marruecos
La popularidad de esta ruta de dos días (al menos) es debida a que supone un complemento, o una alternativa, a la mera visita a la ciudad, y sin duda alguna, los viajeros más inquietos encontrarán en ella un aliciente.
El camino comienza en cualquier rincón de la ciudad en el que sea posible contratar un taxi que nos lleve a la localidad de Imlil (aproximadamente a una hora). Negociar el precio no será demasiado difícil, ya que la oferta es abundante. Huelga decir que compartirlo con otros viajeros es una excelente forma de abaratar su coste.
Imlil es el punto de partida del trekking de cinco horas que nos va a llevar hasta uno de los dos refugios que existen en la base de la montaña. En esta pequeña población se pueden adquirir souvenirs y productos típicos, pero sin duda, si hay algo que te puede ofrecer Imlil, y que te va a solucionar la vida en los próximos dos días, eso es una mula. Por 150 dirham (14 €), se puede alquilar una mula, mulero incluido, para que cargue mochila y agua hasta el refugio (el agua es allí arriba bastante cara). He podido leer en algún foro cómo hay quien asegura que no es realmente necesario. En ese caso enhorabuena, su forma física es de admirar (o su capacidad para componer una mochila de dos días tan liviana), pero es de entender que se trata de disfrutar de la ruta, y cinco horas por este terreno, a cerca de 3.000 metros de altitud y sobrecargado, pueden obligar a usar parte de las piernas que al día siguiente se necesitarán en la propia montaña.
Mula en el pueblo de Imlil
Por otro lado, gastar unos dírhams en Imlil tiene un impacto importante en la economía local. Esos 14 € que se dan por la mula, sin duda tendrán mejor aprovechamiento que los 100 € que le acabamos de soltar a esa compañía aérea que ha estado machaconamente insistiendo durante todo el vuelo con que, además de hacinarnos, les compremos colonias, rifas, o vete a saber qué…
Mula y Mulero a la salida del pueblo de Imlil
Con mula o sin ella, en Imlil comenzamos a caminar a lo largo del valle, y en poco tiempo habremos dejado a nuestra izquierda el pueblo de Aremd.
Vista del Valle desde Imlil
Aunque ambas localidades tienen pequeñas explotaciones hortofrutículas, el paisaje es bastante árido. No es de sorprender que en esta zona se filmase la película “Siete años en el Tibet”, ya que en él se puede recrear sin necesidad de grandes medios un entorno semejante al tibetano.
Valle a los pies del Toubkal
A partir de aquí, la única población que encontraremos antes de alcanzar los refugios es Chamhrouch, que tiene de particular una gran roca blanca cuya visita no es permitida a los no musulmanes.
Chamhrouch y su piedra blanca
El camino no es especialmente duro (cuidado, tampoco es fácil), aunque es a partir de Chamhrouch, a 2.300 metros de altitud, donde si se va cargado, uno puede empezar a acordarse de la mula que no quiso alquilar.
Desde este punto, deberemos continuar ascendiendo por el valle unas dos horas y media hasta alcanzar la base de la montaña, donde se hallan los refugios en los que se puede pernoctar: Refuge du Toubkal (también conocido como Refuge Louis Neltner, del Club Alpino Francés) y Les Mouflons.
Refugio en el Toubkal
La ascensión al Toubkal en sí no encierra ninguna dificultad técnica. No hay pasos complicados ni necesidad de trepar en prácticamente ningún momento. Cualquier persona en un buen estado de forma puede alcanzar la cima sin mayores problemas. Incluso con condiciones invernales, aun resultando más duro, es perfectamente factible usando crampones. Es cierto que a partir de los 3.000 metros la altitud empieza a notarse y ello puede afectar en cierta medida. Si consideramos el hecho de que el refugio Neltner se encuentra a 3.200 metros, es posible incluso que la noche antes de subir cueste dormir algo más.
Senderos a la cumbre del Toubkal
Hasta el más inexperto montañero tiene clara una máxima fundamental: madruga y la montaña te premiará. Esto es algo obvio en alta montaña, donde si se baja cansado, con falta de luz y con la temperatura descendiendo rápido, un percance menor puede complicar las cosas bastante. Pero incluso en una ascensión razonablemente fácil como la de este cuatromil, lo más lógico y recomendable será aprovechar desde los primeros rayos de sol. De este modo se tendrá margen para hacer las cosas al ritmo que cada uno pueda o prefiera, y sobre todo, no nos encontraremos una cima saturada de otros montañeros haciéndose un reportaje fotográfico.
Ascensión hacia la cumbre del Toubkal
La ascensión comienza a los pocos minutos de salir del refugio, con unos 900 metros de fuerte pendiente y por el oeste, lo cual garantiza que empezamos a la sombra. Una vez superado este primer tramo, en el que quien no haya aclimatado bien pasará un mal rato, la pendiente se suaviza un poco y se transita a través de los numerosos senderos de piedra suelta que se han ido trazando sobre la ladera a lo largo de los años (entre mayo y octubre no suele haber nieve). Tras unas 4 horas de ascenso, alcanzaremos la cima del Jebel Toubkal, la cual no tiene pérdida, habida cuenta de la no pequeña ni especialmente estética pirámide de hierro que la culmina, pero que en nada estropea el premio de disfrutar de la impresionante vista del Atlas a nuestros pies.
Aunque entre mayo y septiembre podemos pasar bastante calor durante el ascenso, no se debe obviar el detalle de que la cima está a 4.167 metros, y ello con viento puede significar que el frío sea intenso. Conviene llevar ropa técnica que permita la transpiración y rápida evacuación del sudor, así como algo de abrigo, incluso en los meses más calurosos.
Vistas desde la cumbre del Toubkal
El descenso es francamente rápido. Su única dificultad es la piedra suelta de los senderos, en la que no es difícil dar un resbalón cuando la pendiente es más acentuada. Por dicho motivo también es muy importarte llevar calzado adecuado. Con un poco de cuidado, una hora y media bastará para estar de vuelta en el refugio.
Una vez aquí, la opción más habitual, que no la mejor, es la del viajero con el tiempo escaso: reponer fuerzas y continuar valle abajo volviendo sobre los pasos que dimos en la jornada anterior.
Sin duda, si la disponibilidad de tiempo no fuese un problema, el Parc National du Toubkal ofrece muchas más rutas de trekking, algunas de las cuales parten de los propios refugios.
El regreso a Imlil no nos llevará más que unas cuatro horas. Una vez allí, podemos optar por pernoctar en esta aldea típica bererber, pero en todo caso, y pensando de nuevo en el viajero que va justo de tiempo, no habrá mayor dificultad en encontrar un taxi que nos lleve de vuelta a Marrakech. Sin duda, la vida nocturna de Djemaa el Fna será el colofón perfecto a una jornada plena de experiencias que compartir.
Aldea Bereber
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