Italia es uno de los destinos turísticos europeos por excelencia, al que todos los años llegan millones de visitantes extranjeros dispuestos a descubrir el superlativo patrimonio del antiguo Impero Romano, a disfrutar de su cultura mediterránea y a saborear la “aldente” gastronomía del país de la bota.
Posiblemente sea uno de los primeros destinos, junto a las vecinas Francia y Portugal, con el que muchos nos estrenamos como viajeros y completamos las primeras experiencias de nuestro currículo viajero internacional.
Nuestro primer contacto con esta parte de la vieja Europa se remonta a más de 20 años atrás (cuando eramos aún más jovenes), en un viaje de fin de curso preuniversitario cuya banda sonora fueron Los Celtas Cortos y su “20 de Abril del 90”.
Desde aquel viaje educativo, cultural y festivo del instituto ya han caído un par de décadas y, aunque Los Celtas se mantienen en activo con casi las mismas canciones, ya tocaba actualizar la banda sonora con un nuevo viaje a Italia.
En esta segunda ocasión, por libre, en “petit comité” y con algo más de presupuesto para recordar experiencias pasadas y vivir otras muchas nuevas. Un viaje perfecto para re-descubrir qué ver en el norte de Italia en 10 días a nuestro aire.
Por alguna extraña razón, en lugar de plantear un viaje relajado nos salió uno casi tan ajetreado o más que el primero.
Porque cada vez que planeamos un viaje somos incapaces de organizar rutas o recorridos tranquilos, que impliquen pocos desplazamientos y paradas en la ruta.
Podemos decir que, más que vacaciones, en muchas ocasiones, parece que organizamos “rutas de maniobras viajeras”.
Algo que, aprovechando la coyuntura, sirve para explicar el nombre de nuestro blog. Porque no sabemos viajar sin gastar suelas 😉
Contenido
Planificamos un Gran Viaje de diez días por el norte de Italia, intenso en paradas para aprovechar bien el tiempo del que disponíamos. Aunque también hubo momentos para el descanso y los momentos de relax.
La fecha elegida fue agosto. Un mes que no es para nada el más recomendable, pero fue lo que en esta ocasión había disponible para vacaciones de verano.
Por ser el mes estrella de vacaciones en medio planeta, viajar en esas fechas tiene muchos inconvenientes, como el incremento de precios y la masificación de algunos destinos.
Pero viajar en agosto también ofrece algunas ventajas, como el disfrutar de buen tiempo y días de luz más largos que dan para hacer más cosas.
Aprovechando estas ventajas para que una de las paradas obligadas durante el recorrido fuera la playa, porque el verano sin pisar la costa y darse un chapuzón en el mar no es verano.
Por otro lado el norte de Italia ofrece algunos de los destinos turísticos más populares del mundo, en muchos casos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad, y muy buenas comunicaciones por carretera y transporte público para poder moverse.
Así que no fue tarea muy difícil el organizar nuestro particular viaje.
Las paradas a realizar las organizamos teniendo en cuenta los aeropuertos que nos ofrecían los vuelos más económicos para llegar y salir del país, en las fechas seleccionadas, y las facilidades para desplazarnos en transporte público entre paradas.
La web de la Red de Trenes del Estado Italiano (Trenitalia) permite obtener información sobre todos los destinos, precios y horarios de trenes del país, por lo que su consulta fue una gran ayuda para organizar nuestro plan de viaje.
Si bien el último tramo preferimos hacerlos en coche de alquiler, para así disponer de algo más de flexibilidad durante parte de nuestro recorrido.
Así que, conociendo el punto de llegada, el de partida y las comunicaciones en tren, el resto de paradas las fuimos encajando a lo largo de una ruta no circular. El resultado final fue el siguiente:
Verona dispone de un aeropuerto internacional al que vuelan compañías lowcost, ofreciendo un económico punto de entrada al país transalpino.
A ello hay que añadir que su centro histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por lo que es un destino imprescindible a visitar en el norte del país.
Tiene uno de los cascos históricos medievales y renacentistas más bonitos y mejor conservados de Italia.
Pero si hay un motivo por el que Verona es especialmente conocida es por la famosa obra literaria de Willian Shakespeare, Romeo y Julieta. Que en uno de los palacios de la ciudad se cree que situaba la casa residencia de los Capuleto. Es decir, la Casa de Julieta.
Otros puntos de interés de la ciudad son el Teatro Romano, el Castillo de San Prieto, los Jardines de Giusti, la Arena de Verona, la Piazza Bra, la Piazza delle Erbe y su estatua de la Madonna, la Torre de Lamberti y el Ponte Pietra sobre el río Adigio.
Es uno de los lugares turísticos más famosos del planeta y, desgraciadamente, esto es algo que posiblemente se haya convertido en su principal enemigo, matando de éxito a la ciudad con canales más conocida del mundo.
Se encuentra a menos de hora y media en tren de Verona (Verona Porta Nuova – Venezia Mestre: 8,85 €) pero, por la alta demanda turística, alojarse en ella puede salir muy caro. Así que optamos por alojarnos en una de las ciudades próximas, en Mestre.
Desde la estación de trenes de Mestre se tardan 10 minutos en llegar a la estación central de Venecia (Venezia Mestre – Venezia Santa Lucía: 1,25€).
Así que muchos viajeros optan por esta opción de alojamiento en las afueras para ahorrar unos euros a la hora de visitar la que dicen es la Reina del Adriático.
Una vez en el casco histórico de Venecia, también reconocido como Patrimonio de la Humanidad, algunos de los principales puntos de interés a visitar son el Gran Canal, el Ponte degli Scalzi, el Ponte di Rialto, la Strada Nuova, El Palacio Ducal, la Plaza de San Marcos, el Mercado de Rialto y la Basílica de San Marcos.
Un día puede ser suficiente para ver lo principal, pero hay que reconocer que agosto es un mes duro para ello, por las grandes aglomeraciones de gente, que llegan a ser agobiantes en algunos lugares principales (como el Ponte di Rialto), por las altas temperaturas del verano, la humedad y por los guerrilleros mosquitos (que se ponen las botas picando a víctimas de todas las nacionalidades).
Tal es el nivel de masificación turística de Venecia que las autoridades de la ciudad han decidido restringir el acceso a la Plaza de San Marcos a partir de 2018. Para poder visitar esta famosa plaza, sus museos y la basílica será preciso hacer una reserva previa. Así que, considerando la gran demanda de visitantes que tiene el lugar, imaginamos que la lista de espera se puede hacer eterna.
El segundo día en Venecia nos permitimos el capricho de alojarnos una noche en uno de los hoteles de centro histórico para, entre otras cosas, como decíamos antes, disfrutar de la magia nocturna de la capital de la región de Veneto.
La estampa de los canales a la luz de la luna es magnífica y la tranquilidad se agradece, ya que los turistas tienden a desaparecer al anochecer y los venecianos por contrario a aparecer.
Sin embargo el día también lo aprovechamos bien. En este caso para ir en los famosos vaporettos a visitar las islas próximas de Murano y Burano. La primera conocida por sus artesanos del vidrio y la segunda por sus casas de colores. Una excursión que puede llevar algo más de medio día.
Aunque reconocemos que merece la pena ser visitada ambas islas, la verdad es que la excursión nos pareció una “turistada” (por motivos que describiremos en otra ocasión) pero, una vez en Venecia, no pudimos evitar picar.
Para más información detallada sobre Venecia, Burano y Murano os recomendamos echar un vistazo a nuestro artículo «Viaje a Venecia: Imprescindibles que ver y hacer en pocos días«.
La universitaria ciudad de Bolonia se encuentra a algo más de hora y media en tren al sur de Venecia (Venezia Santa Lucia – Bologna Centrale: 12,50€).
Esta antigua ciudad medieval tiene también un interesante casco histórico, el segundo más grande de Europa, cuyos principales puntos de interés pueden visitarse en pocas horas.
Dispone de una amplia zona peatonal que facilita visitar el centro, cuyo núcleo lo representa la Piazza Maggiore.
Varias calles porticadas conducen a esta parte de la ciudad y otro de los principales lugares de interés de Bolonia, las Dos Torres.
Una de casi 100 metros de alto, conocida como la Torre de los Asinelli, y otra de casi 50 metros de altura, conocida como la Torre Garisenda.
Ambas son auténticas reliquias arquitectónicas medievales y, viendo su nivel de inclinación, cuesta creer que se mantengan aun en pie.
Otros puntos de interés de Bolonia son la Fuente de Neptuno (que desafortunadamente encontramos en obras de restauración), la Biblioteca, el Palacio del Podestà, la Catedral de San Pedro y la Basílica di San Pretorio. Además de la parte universitaria que, aunque en verano no tiene mucha actividad, merece la pena visitar.
¡Ah! Y no hay que olvidar que esta es la ciudad de la Mortadela. Así que irse de la ciudad sin probar este popular producto gastronómico con Denominación de Origen sería un “graso” error. Porque no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados a comer en casa.
La monumental Florencia también tenía que ser parada obligada, por un doble motivo; por sí misma y por ser punto estratégico de partida para la Toscana italiana.
Se encuentra a menos de una hora en tren de Bolonia (Bologna Centrale – Firenze Santa Maria Novella: 9,45 €).
El Duomo, el Ponte Vecchio, la Plaza de la República, la Basílica di Santa Croce y el Palazzo Vecchio son algunos de los lugares que más visitantes reciben. Hasta el punto de ser algo agobiante en algunos momentos…cosas del verano.
Pero a nosotros especialmente nos gustó el ambiente de los alrededores de la Basílica de San Lorenzo. Calles estrellas con poco tráfico, mercadillos callejeros, buenas trattorias y el Mercado Central son algunos de los encantos de esta parte de la ciudad.
Por último no nos queremos olvidar de uno de los personajes que es imprescindible visitar en Florencia, el David de Miguel Ángel. Una magnífica estatua en mármol blanco de cinco metros de altura y más de 500 años de antigüedad, que confirmamos que lleva bastante mejor el paso de los años que nosotros.
Su desnudo cuerpo se encuentra expuesto en la Galería de la Academia de Florencia (8€ la entrada) y las colas para verlo suelen ser desesperantes. Aunque algún truco para evitarlas si hay, pero nos lo guardamos para futuros post (somos así de malvados, lo sabemos).
La Toscana y sus famosos paisajes de cuidadas tierras de labor, cipreses y bonitos pueblos medievales con encanto es una de las regiones más populares de Italia.
Pero este turístico destino de la República Italiana también tiene la suerte de albergar varios parques nacionales, con interesantes parajes de montaña, y una bonita costa mediterránea bañada por las aguas del Mar Tirreno y el Mar de Liguria.
Así que, con semejante variedad de opciones, además de visitar su capital (Florencia), no podíamos dejar pasar la oportunidad de probar un poco de todo lo que la Toscana tiene que ofrecer.
Comenzamos visitando una de sus localidades más famosas, Siena, en un excursión de medio día.
Desde Florencia se puede llegar a Siena también en tren, partiendo desde la Estación de Firenze Santa Maria Novella.
El trayecto es un poco pesado, porque la tarifa más económica (9,10 €) obliga a un trayecto de numerosas paradas que dura unas 2 horas. Y la vuelta hasta Florencia no es mucho mejor.
Siena es especialmente conocida por sus famosas carreras de caballos en la Piazza del Campo, conocidas como el Palio de Siena.
Hay dos al año y nosotros tuvimos la oportunidad de ver los preparativos de los días previos a la carrera que tiene lugar el 16 de Agosto (Palio dell’Assunta).
La plaza se prepara para la carrera cerrando el circuito ovalado, instalando gradas de madera y sacando a relucir las coloridas banderas de colores que identifican a cada barrio que compite en la carrera desde el medievo.
Además de la plaza, otros puntos de interés a visitar en Siena son su Catedral, el Santuario de Santa Catalina, el Palazzo de Salimbeni o la Baslica Cateriniana San Domenico. Aunque ya solo el simple hecho de pasear por sus empedradas calles de antiguos edificios señoriales ya merece la pena.
Por cierto, como curiosidad, para saber cuándo se pasa de un barrio a otro, hay que fijarse en las lámparas que alumbran las calles. Cada barrio tiene sus propias lámparas, decoradas con los colores y motivos identificativos de cada uno de ellos.
El tercer día en Florencia optamos por emprender ruta hacia otras de las localidades más populares de la Toscana. Pero en esta ocasión preferimos alquilar un coche para tener mayor flexibilidad de movimiento y no depender tanto de los horarios de los trenes.
En la Via Borgognissanti de Florencia se encuentran varias agencias de alquiler de coches. Así que simplemente tuvimos que comparar precios y ver disponibilidad de vehículos para decantarnos por una.
Para ahorrar algo de dinero o garantizar la disponibilidad de vehículo el día que se necesita una buena opción es hacer la reserva por internet unos días antes de recoger el coche.
Es lo que hicimos nosotros y, además, nos ahorró el tiempo de hacer papeleo en la oficina de alquiler. (Puedes complementar esta información con nuestro post sobre «Conducir en Italia: Consejos y Recomendaciones«)
Como no podía ser de otra forma escogimos un coche italiano y emprendimos viaje hacia San Gimignano, Lucca y Pisa.
San Gimignano es uno de los pueblos más pintorescos de la Toscana. Las torres medievales de esta antigua localidad amurallada se divisan desde la distancia con facilidad, siendo su seña de identidad.
En una visita de unas horas se puede conocer lo esencial de este vestigio del medievo. Sin embargo hemos de decir que nos lo encontramos muy masificado.
Su pequeña extensión obliga a que todos los visitantes se concentren prácticamente en los mismos sitios, perdiendo parte de su encanto. Pero es el precio que hay que pagar por viajar en agosto.
Lucca, por su mayor tamaño, aunque también es uno de los destinos más populares de la Toscana, nos ofreció la posibilidad de poder hacer una visita más tranquila por su antigua ciudad amurallada de aires renovados.
Un claro ejemplo de su renovación es la Piazza delll’Anfiteatro (Plaza del Anfiteatro), que en el siglo II era un anfiteatro romano y ahora es una populosa plaza cerrada con acogedores restaurantes con terraza.
Imprescindible visitarla, al igual que la Catedral de San Martin, la Iglesia de San Miguel en Foro y la Torre Guinigi. Esta última es especialmente curiosa, gracias al singular jardín de encinas de su torreón.
La última parada del día fue Pisa, de la que todo el mundo tiene la imagen en mente de la famosa Torre Inclinada de Pisa. Que optamos por visitar al anochecer para poder disfrutar de ella, el Baptisterio y la Catedral con otras vistas y menos gente. Ya que por el día se llena de “contorsionistas” y “equilibristas” que buscan conseguir la foto más original, pero típica, del lugar. Es todo un espectáculo verlo en directo.
Sin embargo esta ciudad a orillas del río Arno tiene muchas más cosas que ofrecer. Ejemplos de ello son la Piazza dei Cavalieri con la llamativa fachada del Palazzo della Carovana, la animada Piazza Garibaldi, las vistas desde el Ponte di Mezzo y ejes principales de su casco antiguo (Via Nottari, Borgo Sttretto y Corso Italia).
Además constatamos al alojarnos en Pisa que había más vida local que la que habíamos visto hasta la fecha en otros puntos del recorrido, transformados ya completamente por el negocio turístico. Así que nos alegramos de poder ver italianos en plena cotidianidad.
Pisa, al encontrarse próxima a la costa mediterránea, ofrece la opción de llegar a algunas de las playas italianas en pocos minutos.
La ciudad está separada de la zona de playa por el Parque Natural Migliarino San Rossore Massaciuccoli.
Un espacio natural de pinares, lagunas y dunas costeras que se ha preservado de los efectos del urbanismo voraz de otros lugares, dando acceso a playas “salvajes”. Especialmente entre las aguas del río Arno y el Canal Serchio, que desembocan es esta parte del litoral italiano.
Nosotros nos desplazamos en coche algo más al norte, hasta la Marina di Torre del Lago Puccini. Una zona que explota hasta el último grano de arena el negocio turístico playero. Porque las playas son privadas, gestionadas por los chiringuitos y restaurantes del lugar.
Estos negocios hosteleros cobran por el alquiler de las tumbonas y sombrillas que invaden la arena, por lo que se hace prácticamente imposible poder disfrutar del mar sin pagar.
18€ por un día de alquiler de una sombrilla, una tumbona y una silla (14€ a partir de las 12:00 h), más el aparcamiento (4€ todo el día), más lo que uno quiera gastar para comer y beber. Es decir, un buen negocio. Aunque, eso sí, las playas disponen de todo tipo de comodidades (duchas, socorristas cada pocos metros, cabinas para cambiarse, aparcamiento en primera línea,…).
Finalizada la jornada de playa regresamos a Pisa para pasar el resto del día y hacer noche antes de emprender ruta al día siguiente hasta una nueva parada.
Por la mañana nos dirigimos en nuestro coche de alquiler hacia la ciudad de La Spezia, la puerta de entrada al Parque Nacional de Cinque Terre.
Cinque Terre es un Parque Nacional de abruptas montañas que acaban en el mar en forma de salvajes acantilados y valles en los que se incrustan cinco pintorescos pueblos; Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore.
Desde la Estación Central de La Spezia salen trenes cada 20-30 minutos que, adentrándose en las montañas y circulando junto al litoral, hacen parada en los cinco pueblos.
El billete sencillo cuesta 4 €, pero existe la posibilidad de adquirir una tarjeta para todo el día por 16€ (Cinque Terre Treno Card).
Esta tarjeta también permite tener acceso a determinados senderos del parque, autobuses entre pueblos y elevadores para ascender a las zonas más altas.
El coche lo aparcamos en una de las calles próximas a la estación de trenes de La Spezia, en donde el estacionamiento está regulado por parquímetros (unos 7 € por todo el día).
También existe la posibilidad de visitar Cinque Terre en barco. Cada hora, hasta el mediodía, salen desde el puerto de La Spezia barcos turísticos que hacen parada en las diferentes localidades del parque. Pero, además de estar abarrotados y ofrecer menos flexibilidad para moverse, nos parecieron muy caros. Entre 25-35€, dependiendo de la hora de embarque.
Así que optamos por el tren.
Lamentablemente tenemos que advertir que la experiencia de visitar este singular parque nacional italiano fue ciertamente agridulce.
El lugar es espectacular, pero la masificación de gente que vimos le restó mucho encanto.
Los trenes iban abarrotados y, todos, absolutamente todos los pueblos estaban desbordados por la gente. Así que nos quedó claro que agosto no es el mejor mes para visitar Cinque Terre, si lo que se busca es la tranquilidad.
Eso sí, recomendamos llevarse el bañador y las chanclas para pegarse un bañito en el mar. Monterosso al Mare tiene playas privadas y públicas, así que es un buen sitio para un chapuzón. Algo que nosotros no dejamos escapar.
Por la tarde emprendimos camino hacia Parma, a una hora y media en coche, ya que ni el precio ni la disponibilidad nos parecieron atractivos para pasar la noche en Cinque Terre o sus alrededores.
Hay que reservar con mucha antelación para conseguir un buen alojamiento en el que dormir a buen precio y nosotros no lo hicimos.
Por su parte Parma nos ofreció la pausa y el sosiego que no nos había permitido Cinque Terre.
Llegamos al anochecer y pudimos disfrutar del casco antiguo sin casi gente, así como cenar en un restaurante en el que la mayoría eran italianos ¡Todo un acontecimiento!
Esta ciudad, famosa por su queso parmesano y su jamón de parma, tiene un pequeño y acogedor centro histórico con un interesante patrimonio medieval.
Imprescindible visitar su Duomo, el Baptisterio, la Iglesia de San Giovanni y recorrer la larga y animada Calle de Giuseppe Garibaldi disfrutando de un buen helado italiano, por ejemplo.
La mañana siguiente, tras un breve paseo mañanero por los mismos rincones de Parma que habíamos visitado la noche anterior, nos dirigimos en coche hacia Milán.
Está a algo más de hora y media de distancia por autopista.
La capital de la Moda fue nuestra última parada en nuestro viaje por el norte de Italia y en ella visitamos, además de su famoso Duomo, la Galleria Vittorio Emanuele y La Scala, el Castillo de Sforzesco, el Parque Sampione la Basílica de San Lorenzo y, muy especialmente, el barrio de Navigli.
Este animado barrio del sur del área metropolitana, situado a unos 20 minutos al sur del Duomo, junto a Porta Ticinese, tiene la singularidad de estar surcado por canales navegables de agua que refrescan los veranos de la ciudad.
El barrio se ha puesto de moda entre los milaneses y ha favorecido la proliferación de bares y restaurantes en la zona. Locales que atraen a muchos residentes y extranjeros que buscan disfrutar de un agradable ambiente de terrazas juntos a los canales.
Allí, con unas buenas cervezas artesanales italianas, pusimos punto y final a nuestra ruta por el norte de Italia. Al día siguiente ya solo nos tocaba regresar a Madrid.
El viaje llegaba a su fin y no daba para más. En nuestro último día en Italia únicamente nos quedaba tiempo para dirigirnos al aeropuerto desde el que partía nuestro vuelo a casa.
El vuelo más económico de regreso lo conseguimos desde el Aeropuerto de Milán-Malpensa.
Desde el centro Milán es posible llegar a este aeropuerto en tren (13€) o en autobús (6€), ambas opciones parten desde la Estación de Central de Trenes de Milán. Pero nosotros, al disponer de coche de alquiler, fuimos por nuestra cuenta hasta el aeropuerto.
El trayecto en coche duró algo menos de una hora y nos dio la oportunidad de despedirnos de Italia a nuestro aire y, también, a nuestro ritmo.
Ritmo que en esta ocasión puso la música de una nueva banda sonora, elegida para renovar la que hacía más de 20 años animó el viaje anterior por estos lares.
En esta ocasión elegimos una canción con indiscutible toque italiano (Takagi & Ketra – L’esercito del selfie) y que encontramos entre los éxitos musicales italianos del verano de 2017.
Una nueva banda sonora que nos sirve para también cerrar este post sobre «Qué ver en el Norte de Italia en 10 Días» de una forma distinta, poniendo música a nuestra despedida…Fino alla prossima volta, l’Italia! 😉
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